Poema: Coronación de Heinrich Heine

Coronación


¡Cantares! ¡Cantares míos!
¡En marcha! En marcha otra vez!
Sonad trompas y añafiles;
ceñid vuestras armas bien;
y a la encantadora niña,
que rindió todo mi ser,
como reina y soberana,
alzadla sobre el pavés.
¡Salud, bellísima reina!
por ti el sol escalaré,
y arrancándole la aureola
de oro y luz y rosicler,
daré la mejor diadema
a tu consagrada sien.
De la seda azul del cielo,
do con viva nitidez
los diamantes de la noche
centellean en tropel,
rico jirón desgarrando,
imperial manto he de hacer,
y verás tus regios hombros
engalanados con él.
Formarán tu servidumbre
y tu cortesana grey
aristocráticas odas,
y por mayor honra y prez,
almibarados sonetos
y madrigales también.
Por batidores, discretas
agudezas te daré;
mi fantasía estrambótica
tu bufón habrá de ser;
y mi agridulce humorismo
tu heraldo de buena ley,
llevando risas y lágrimas
por divisa en el broquel.
Y yo mismo, reina mía,
arrodillado a tus pies,
en cojín de terciopelo,
mi razón te ofreceré,
mi razón, o lo que de ella,
por compasiva merced,
dejóme la que en el trono
tu predecesora fue.